miércoles, 16 de noviembre de 2011

Reflexiones sobre la marcha indígena contra la carretera por el TIPNIS:




fuente de foto: www.opinion.com.bo

El Porvenir es largo


Irene Provenzano y Julián Bokser

Sabes Ali, es muy difícil comenzar la lucha por la revolución,
más difícil incluso es continuarla, y lo más difícil de todo es ganarla.
Pero, solamente después, cuando hayamos vencido, comenzarán las
verdaderas dificultades.  En resumen, hay todavía mucho que hacer.

Si Ben M’Hidi, La Batalla de Argel

Las tensiones que generó el conflicto alrededor de la construcción de la carretera del TIPNIS[1] (que mantuvo conmocionado al país durante 70 días) se han disipado pero no han desaparecido: las heridas que esta disputa ha abierto están muy lejos de estar cerradas. El camino que sigue estará marcado por estos acontecimientos, pero también por la forma en que se sigan dando los (necesarios) debates que se abrieron a raíz de la marcha indígena. Las contradicciones que conlleva un proceso de cambio real surgen a veces de modo intempestivo, y esta crisis política habilitó espacios de participación y movilización que obligarán a sostener discusiones en las que se pondrá en juego el rumbo del proceso boliviano. Las decisiones que se tomen de aquí en más deberán incluir dimensiones estratégicas en relación a la continuidad y los objetivos de este proceso, sobre todo en lo relativo a los modelos de desarrollo y los patrones de acumulación, los mecanismos de participación y la distribución y uso de tierras. La reforma constitucional de 2009 ha servido para dar cuenta que este es un Estado que cobija muchas Naciones: estamos sin duda en un piso distinto para las discusiones y aquello de “nunca más una Bolivia sin indígenas” parece haberse instalado de modo irrevocable.
El conflicto del TIPNIS deja varias lecciones, que ojalá gobierno y movimientos sociales incorporen para el futuro. En relación a las demandas planteadas por la marcha, ya fue aprobada una ley que declara la intangibilidad del Parque Nacional y que prohíbe la construcción de carreteras en ese territorio. Por su parte, la derecha entendió que lo mejor que puede hacer para debilitar al proceso de cambio es generar divisiones internas, y eso es lo que intentó hacer: encontró una forma de hacer daño y la explotó con todas sus fuerzas. Electoralmente, y en términos de hegemonía, es probable que el gobierno salga de esta contienda peor de lo que entró: perdió una parte de su apoyo (sobre todo en los sectores de la clase media urbana) y algunas de las consignas que se escucharon en el espectacular (por su lógica mediática de construcción de espectáculo) recibimiento que la derecha hizo de la marcha indígena pedían violentamente la caída de Evo. A la vez, que hayan sido los sectores más conservadores de este país los que hayan salido a reclamar a viva voz que se cumpla con la Nueva Constitución Política del Estado, a pesar de la hipocresía y la paradoja que ello supone, puede ser leído como una conquista del propio proceso.
Se han abierto además nuevos frentes de conflicto. Aún no está del todo claro qué alcance tendrá la “intangibilidad” planteada por la ley promulgada luego de los acuerdos entre el gobierno y los marchistas, ni cuáles serán sus consecuencias prácticas. Luego de proponerlo, los propios indígenas se opusieron al término porque temen que convierta en delito algunas actividades relacionadas con  sus formas de subsistencia. También temen que se prohíban los emprendimientos comerciales de explotación de los recursos naturales que empresas privadas realizan en el Parque; los pueblos indígenas están dispuestos a defender estos emprendimientos en la reglamentación de la ley[2]. Los líderes son conscientes de que han logrado torcer la voluntad inicial del gobierno pero también saben que deben rendir cuentas a sus bases y, sobre todo, generar nuevos acuerdos con aquellos habitantes del territorio que pedían la carretera. Asimismo, sectores cocaleros de Cochabamba y de zonas aledañas al TIPNIS buscan que se revoque la ley y amenazan con iniciar una nueva marcha, exigiendo la articulación vial entre los departamentos de Beni y Cochabamba.
Por otra parte, uno de los resultados más negativos que dejó el conflicto del TIPNIS ha sido la pérdida de protagonismo de las recientes elecciones judiciales, una medida revolucionaria por donde se la mire. Pensemos lo lejos que estamos en otro países de América Latina de poder elegir por voto universal a quienes conforman la Corte Suprema. No sólo estamos lejos efectivamente, sino que tampoco forma parte de nuestro horizonte de posibilidades ni de los reclamos populares. Una primera aproximación a los resultados de las elecciones muestra la presencia de indígenas y mujeres entre los elegidos/as y enseña el camino a seguir: la justicia debe estar al servicio de aquellos/as que históricamente han sido los/as más desfavorecidos/as en este país. Asumir como tarea la transformación de la justicia implica tener en cuenta que hasta este momento los jueces y juezas han estado en su mayoría subordinados/as a los intereses de una oligarquía aristócrata. Descolonizar la justicia, erradicar la injusticia, y revolucionar el aparato judicial: esos son los retos que hay por delante, y la construcción de un nuevo poder judicial forma parte de la apuesta por delinear el Estado Plurinacional.
En este complejo escenario histórico, algunas organizaciones que se sienten parte de este proceso y siguen luchando desde adentro por la profundización y la reconducción del mismo, han acuñado el concepto de corresponsabilidad, idea clave para poder pensar en los errores y los aciertos compartidos. Considerar que todo lo que pasa en este Estado es “malo” y que lo  que sucede en los movimientos sociales es “bueno” es caer en simplismos que resultan de muy poca ayuda para entender las contradicciones reales que atraviesan los procesos históricos[3]. Los movimientos sociales no pueden reproducir lógicas paternalistas: el movimiento originario campesino indígena tiene que asumir su rol histórico y seguir siendo protagonista de este proceso. Pero no se trata de justificar cualquier política ni hay que dejar de lado que quienes ocupan cargos en el Estado cuentan con una batería de recursos cualitativa y cuantitativamente distintos a los dirigentes y las bases de los movimientos sociales. En Bolivia se modificaron las relaciones clásicas entre el Estado y la sociedad civil; profundizar las grietas que han abierto en el Estado capitalista, colonial y patriarcal que han heredado y transformarlo definitivamente es uno de los desafíos políticos más grandes que enfrentan. De este proceso se espera mucho más que medidas redistributivas y una tendencia hacia la justicia social: el horizonte de buena parte de quienes le dan vida es trascender el capitalismo.
Pretender que las teorías y prácticas sobre cómo hacer la revolución sean las mismas en todo tiempo y lugar es un infantilismo. Y esto de ningún modo significa caer en posiciones posmodernas relativistas; muy por el contario, es considerar como punto de partida las condiciones reales de lo existente y las formaciones sociales históricas concretas. Quizás las palabras de Si Ben M´hidi no sean tan distintas a las que Evo escucho de sus yatiris en Tiwanaku en enero de 2006. Pasaron desde ese momento poco más de 5 años. Los ojos de toda América Latina y del mundo están posados en este pequeño país que se ha levantado después de 516 años de sometimiento y ha comenzado a andar el difícil camino de la emancipación.

La Paz, 30 de octubre, 2011



[1] Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure.
[2] Si bien a lo largo de los meses de la marcha se ha construido una imagen del TIPNIS como reserva ecológica virgen en su totalidad, las actividades extractivas madereras, los emprendimientos turísticos privados y la cría de animales exóticos son prioritarias en algunas zonas del Parque. Esto complejiza el escenario de actores e intereses en juego. Habrá que diseñar el modo de generar actividades productivas comunitarias que no impliquen un uso mercantilista del territorio.
[3]Incluso hay quienes siguen buscando explicaciones entre las características personales de Evo Morales, generando psicologismos que no hacen más que confundir los análisis y las posiciones.



jueves, 29 de septiembre de 2011

Entrevista a Boaventura de Sousa Santos:

Incertidumbres y procesos contradictorios

La crisis económica "nos debe hacer pensar seriamente porque no hay fuerzas políticas que, en la mayoría de los países, impongan una tributación progresiva, que fue la imagen política más importante de la socialdemocracia europea durante el siglo XX". Así opinó Boaventura de Sousa Santos, Director del Centro de Estudios Sociales, Facultad de Economía, de la Universidad de Coimbra, Portugal, en entrevista con ALAI en días pasados. El investigador habló de las contradicciones de las respuestas a la crisis: "Hoy en el inicio del siglo XXI el señor Warren Buffet dice que es injusto que pague menos impuestos que sus empleados y cuantifica: 'yo pago veintitanto por ciento y mis empleados están pagando 40 por ciento, yo soy el tercer hombre más rico del mundo. ¿Qué pasa?' Estas son las contradicciones". También habló de las contradicciones de los procesos de cambio en América Latina. 

- Has dicho que el modelo neoliberal tuvo un gran marco orientador que intentó promover la democracia para apropiarse de ella ¿Nos puedes precisar este punto?

Desde los años 80, por todo el mundo, tuvimos a la democracia como una condicionalidad del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Ya no son las dictaduras las preferidas, son las democracias. Pero democracias sin redistribución de riqueza, sin derechos sociales, sin clase media, porque la democracia es el sistema de gobierno que con más legitimidad (y “paz social”) puede producir la debilidad del estado que el capitalismo financiero busca. El capitalismo financiero puede imponer más cosas a una democracia que a una dictadura nacionalista. Entonces esta fue la trampa, una promoción de la democracia para apropiarse mejor del Estado. En Estados Unidos el capitalismo financiero fue todavía más lejos: comprar las elecciones, pagando las campañas electorales. Está todo documentado con datos totalmente fiables. En las tres últimas décadas Wall Street ha pagado las campañas electorales de todos los presidentes, incluso de Obama, y por eso quiere un retorno. No es filantropía, paga las elecciones para que su gente sea la que manda y la que hace política. Por eso Obama ha nombrado en todo su equipo económico y financiero a los hombres que el día anterior eran los grandes de Wall Street y por los crímenes que Wall Street cometió es imposible lograr meterlos en la prisión. Fue posible meter en la prisión a Madoff, por ejemplo, que es realmente un especulador, porque es un outsider de Wall Street, no es un hombre de Wall Street, es un hombre que trabaja por fuera, por eso fue un blanco fácil. Entonces, el problema que vivimos es eso, un problema de que no estamos con fuerzas y con modelos suficientemente fuertes para poder combatir esta situación.

De modo que caminamos por un mundo de incertidumbre, no lo imagino totalmente catastrófico, porque veo muchas energías surgir en el Sur global. Veo un desplazamiento del capitalismo del Norte al Sur, veo como está emergiendo el diálogo Sur-Sur. Es una incógnita, pues países como China, Brasil, Sudáfrica, India y Turquía ¿en algún momento van a introducir algunas novedades en el modelo prevaleciente que dicen defender? ¿Qué novedades? Y tenemos a China con grandes entradas en África, con compras de tierras porque está la crisis de la que nadie habla, que es la crisis alimentaria. Pero, por lo mismo, también están otros países -como Corea del Sur y Brasil- y muchas multinacionales, estableciéndose así un acaparamiento de tierras que es una nueva forma de colonialismo. El colonialismo clásico se caracterizó por ser dominación territorial de un pueblo por parte de un Estado ocupante. Ahora se expresa en ocupación territorial por parte de multinacionales o Estados extranjeros, por vía de contratos que establecen con los Estados “ocupados”, contratos que nunca incluyen a los campesinos que más tarde o más temprano serán forzados a desplazarse.

Es decir, además de todas estas crisis hay innovaciones interesantes en el mundo, hay procesos en el Sur que se están impulsando, como en la India, Sudáfrica, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela. Procesos que han intentado producir una alternativa. Sobre todo los procesos de Ecuador y Bolivia son procesos contradictorios que acompaño de cerca, y que me dejan preocupado por la polarización política interna que se está produciendo entre fuerzas de izquierda. Son propuestas nuevas de una renovación del pensamiento político, del pensamiento económico, del pensamiento cultural como la interculturalidad, la plurinacionalidad, el Buen Vivir y los derechos de la naturaleza. Esta es una riqueza enorme que desde un punto de vista del Norte-global no se valora. Se considera ridículo, no entra en la cabeza de un intelectual o de un movimiento político del Norte entender esto que se está gestando.

- Cuando dices procesos contradictorios, ¿cuáles serían esos nudos?

Son muchos. El primer nudo es que tenemos una dualidad en estos países, sobre todo en países como Bolivia y Ecuador, que son países que pasaron por procesos constituyentes bastante novedosos en el continente, en la medida que son transformaciones que nacen de movilizaciones populares. Son procesos que emergen desde abajo y no desde arriba. Antes eran los abogados quienes escribían las constituciones, no fue así en Bolivia ni en Ecuador. Estas constituciones crean un proyecto de sociedad, como por ejemplo el proyecto de plurinacionalidad, el Buen Vivir, el Sumak Kawsay, el Suma Qamaña. Entonces, ¿dónde está la contradicción? En la dualidad entre un proyecto de Estado plurinacional y la realidad del Estado existente en estos países que es un Estado-nacional con toda la vejez normativa, institucional, los hábitos del cotidiano burócrata colonial del Estado moderno. Tienes, asimismo, las contradicciones de una economía extractivista, cuyo desarrollo dependiente siempre se basó en la explotación desregulada de los recursos naturales, que además en este momento tiene una coyuntura favorable por el precio de los commodities o los recursos naturales, y al mismo tiempo un proyecto constitucional que apunta al horizonte postcapitalista de Buen Vivir, de otro tipo de sociedad. La tensión es entre lo viejo que todavía vive y es fuerte frente al nuevo que todavía no existe y apenas está emergiendo.

Estas contradicciones repercuten en el campo social y en el campo político. En el campo político tenemos las viejas izquierdas del continente, que fueron siempre muy modeladas por las izquierdas europeas, con las siguientes características: Por un lado, eran izquierdas monoculturales o sea eurocéntricas: nada de lo que existe fuera del Norte o de Europa es importante. Por otro lado, eran izquierdas que se polarizaban muy fácilmente alrededor de la lucha por el poder, por divisiones ideológicas. En tercer lugar, eran izquierdas que tenían la misma concepción de desarrollo de fuerzas productivas, la misma concepción de explotación de la naturaleza.

Pero hay iniciativas que surgen de este continente, que de alguna manera empiezan con los zapatistas y después con el Foro Social Mundial, y que van a tener un impulso bastante grande en mostrar que hay otros lenguajes de izquierda, otros movimientos -que hasta entonces estaban totalmente invisibles-, otras maneras de concebir la relación con la naturaleza, otras concepciones de desarrollo; esa es una gran novedad y de alguna manera vamos a asistir a una dualidad entre izquierdas.

En Ecuador como en Bolivia encontramos grupos -desde fuera es fácil ver- que son dos facciones de izquierda. Pero que a sí mismas no se consideran las dos de izquierda, o sea cada cual considera que la otra es de derecha. Entonces, cuando tú transformas tu adversario -dentro del campo de la izquierda- en tu enemigo, no hay lugar a diálogo. Y, por tanto, viene la polarización política.

- ¿Y acaso un desgaste mutuo?

Un desgaste recíproco del cual se va a aprovechar la derecha. El riesgo en términos de izquierdas está demasiado fuerte, porque realmente la idea dominante de las izquierdas en América Latina es nacionalista y desarrollista, es muy difícil salir de esto. Sabemos que hay una transición de un modelo desarrollista dependiente hacia el Buen Vivir, pero eso no se hace en un año. Y aunque haya señales de que caminamos en esa dirección, eso no se ve. No se ve, cuando en Bolivia los indígenas están enfrentados con el hermano Evo por la construcción de una carretera en el Parque TIPNIS. Yo he estado muy involucrado en este conflicto, dialogando con los indígenas y con la vicepresidencia, para intentar un diálogo porque me parece que tienen mucho en común y a pesar de todo no dialogan. Hay alternativas a la carretera. Pero todo lo que parece que son contradicciones dentro del seno del pueblo, como decíamos, se polariza de inmediato, es un enfrentamiento que divide el campo popular en campesinos contra indígenas, indígenas contra indígenas.

En Ecuador veo lo mismo, un enfrentamiento y una incapacidad de diálogo. Para cualquier observador es extraño que en el proceso de una revolución ciudadana, de un Estado Plurinacional, haya 200 dirigentes indígenas y campesinos que están enjuiciados como terroristas o saboteadores. Eso lo comprendemos en Chile, pero es difícil comprender que se haga eso en Ecuador. Son contradicciones muy fuertes. A mí, como un intelectual comprometido con los movimientos y con los procesos de cambio de izquierda, me preocupa porque son procesos históricos, con oportunidades riquísimas que no se repiten en la historia fácilmente, y me parece que corremos el riesgo de desperdiciar oportunidades muy importantes de cambio en el continente.

- Pero lo que se ha puesto en duda, precisamente, es si se trata de procesos de cambio.

Mi posición es que son procesos de cambio, que quizá son muy contradictorios, que quizá necesitan alguna reorientación; pero son procesos donde hay muchas cosas novedosas y cruciales para el futuro de la humanidad. Con un ejercicio de imaginación política, que no es difícil, podemos prever que una división de las izquierdas en Ecuador o Bolivia, va a conducir a la victoria de la derecha en cualquiera de estos países. Entonces, una cosa que para mi es cierta, es que la derecha lo primero que va a hacer es eliminar las constituciones. Van a decir que la Constitución de Ecuador es tanto de Alberto Acosta como de Rafael Correa, no van a hacer distinciones, a pesar que ahora sí hacen muchas distinciones. Esta es la visión que nos falta para creer en lo que he llamado como las pluralidades despolarizadas. Seamos plurales, pero no polarizar al punto de que salgamos todos derrotados.

Por debajo de las polarizaciones, los procesos de cambio muy novedosos están ocurriendo sin que sean muy visibles. Mira, como sociólogo no dejo de ir a las comunidades. Ahora mismo estoy terminando un proyecto sobre la justicia indígena en Bolivia y en Ecuador con estudios muy fuertes en las comunidades. Es notable la riqueza de la diversidad cultural, la articulación entre lo tradicional y lo moderno, lo eurocéntrico y lo ancestral, cosas que se hacen en el terreno de manera sencilla sin grandes polarizaciones, la policía que recurre a las autoridades ancestrales, las autoridades ancestrales que hablan con el defensor del pueblo y se entienden. Después tenemos a nivel macro, desde arriba, polarizaciones enormes, donde los indígenas compañeros de lucha pasan rápidamente a ser considerados un obstáculo al cambio porque no quieren una carretera, porque quieren obviamente sus derechos colectivos que son una conquista, que es otra cosa que la izquierda europea o eurocéntrica nunca entendió.

- Pero cabe considerar que también entra en cuenta, en estos países como en otros de la región, el hecho de que se trata de procesos con un vértigo muy grande, con apasionamientos que dan poco margen al debate…

Tienes razón, han sido procesos muy rápidos y la novedad no vino de reflexiones teóricas de las izquierdas, conocidas como tales, las novedades surgieron de otros movimientos sociales, de otros agentes. Las viejas izquierdas de alguna manera buscaron aprender, pero de hecho lo que estoy mirando es que no aprendieron lo suficiente y además los movimientos se dejaron partidarizar demasiado. Tenemos una crisis de las izquierdas que no se dan cuenta de este vértigo, que no están en condiciones de entender las contradicciones y lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Quizá también tenemos una crisis de las dirigencias de los movimientos sociales, la incapacidad de entender como sus bases están manejando las contradicciones del proceso, como, por ejemplo, políticas que van en un sentido de inclusión, pero de una inclusión que al mismo tiempo es excluyente. Una cosa es crear otra economía donde la gente pueda prosperar en una economía popular solidaria, otra cosa es distribuir bonos. Porque los bonos te permiten salir de la pobreza, pero no te permiten salir de una sociedad en la que tú mismo puedas prosperar autónomamente con sustentabilidad; es decir, si te sacan los bonos caes de nuevo en la pobreza. Y prácticamente las políticas de los bonos son las únicas políticas sociales que vemos en el continente.


martes, 6 de septiembre de 2011

Patriarcado:

Fuente de foto: www.coincabol.org

Las mujeres no son hombres






El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer. Los días o años internacionales no son, en general, celebraciones. Son, por el contrario, modos de señalar que hay poco para celebrar y mucho para denunciar y transformar. No hay naturaleza humana asexuada; hay hombres y mujeres. Hablar de naturaleza humana sin hablar de la diferencia sexual es ocultar que la "mitad" formada por las mujeres vale menos que la de los hombres. Bajo formas que varían según el tiempo y el lugar, las mujeres han sido consideradas como seres cuya humanidad es problemática (más peligrosa o menos capaz) en comparación con la de los hombres. A la dominación sexual que este prejuicio genera lo llamamos patriarcado y al sentido común que lo alimenta y reproduce cultura patriarcal.

La persistencia histórica de esta cultura es tan fuerte que, incluso en las regiones del mundo en las que ha sido oficialmente superada por la consagración constitucional de la igualdad sexual, las prácticas cotidianas de las instituciones y las relaciones sociales siguen reproduciendo el prejuicio y la desigualdad. Ser feminista hoy significa reconocer que esta discriminación existe, que es injusta y desear activamente su erradicación. En las actuales condiciones históricas, hablar de naturaleza humana como si se tratara de algo sexualmente indiferente, ya sea en el plano filosófico o político, es pactar con el patriarcado.

La cultura patriarcal viene de lejos y atraviesa tanto la cultura occidental como las culturas africanas, indígenas e islámicas. Para Aristóteles, la mujer es un hombre mutilado y para Tomás de Aquino, siendo el varón el elemento activo de la procreación, el nacimiento de una mujer es un signo de debilidad del procreador. Esta cultura, anclada en ocasiones en los textos sagrados (la Biblia y el Corán), ha estado siempre al servicio de la economía política dominante que, en los tiempos modernos, ha sido el capitalismo y el colonialismo. En Tres Guineas (1938), en respuesta a una petición de apoyo financiero para el esfuerzo de la guerra, Virginia Woolf, recordando la exclusión histórica de las mujeres de la vida social, política y pública de la nación, declara provocativamente: “Como mujer, no tengo país. Como mujer, no quiero un país. Como mujer, mi país es el mundo entero”.

Durante la dictadura portuguesa, las Nuevas cartas portuguesas, publicadas en 1972 por María Isabel Barreno, María Teresa Horta y María Velho da Costa, denunciaban el patriarcado como parte de la estructura fascista que sostenía la guerra colonial en África. “Angola es nuestra” era el correlato de “las mujeres son nuestras (de nosotros, los hombres)” y mediante el sexo de ellas se defendía la honra de ellos. El libro fue requisado de inmediato, precisamente por considerarlo un libelo contra la guerra colonial y las autoras no fueron juzgadas porque entretanto estalló la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974.

La violencia que la opresión sexual implica se presenta bajo dos formas: hardcore y softcore. La versión hardcore es el catálogo de la vergüenza y del horror del mundo. En Portugal, murieron 43 mujeres en 2010 víctimas de la violencia de género. En Ciudad Juárez (México) fueron asesinadas en los últimos años 427 mujeres, todas jóvenes y pobres, trabajadoras en las fábricas del capitalismo salvaje, las maquilas, un crimen organizado hoy conocido como feminicidio. En varios países de África sigue practicándose la mutilación genital femenina. En Arabia Saudí, las mujeres, hasta hace poco, ni siquiera tenían partida de nacimiento. En Irán, la vida de una mujer vale la mitad que la del hombre en un accidente de tráfico; en el tribunal, el testimonio de un hombre vale tanto como el de dos mujeres; las mujeres pueden ser lapidadas hasta la muerte en caso de adulterio, una práctica, por otro lado, prohibida en la mayoría de los países de cultura islámica.

La versión softcore es insidiosa y silenciosa y se da en el seno de las familias, instituciones y comunidades, no porque las mujeres sean inferiores, sino porque, por el contrario, se las considera superiores en su espíritu de abnegación y disponibilidad para ayudar en los momentos difíciles. Como si se tratase de una disposición natural. Ni siquiera hay que preguntarles si aceptan los encargos o en qué condiciones. En Portugal, por ejemplo, los recortes del gasto social del Estado actualmente en curso victimizan particularmente a las mujeres. Ellas son las principales proveedoras de cuidado a las personas dependientes (niños, ancianos, personas enfermas, personas con discapacidad). Si con el cierre de centros de salud mental los enfermos mentales son devueltos a sus familias, el cuidado queda a cargo de las mujeres. La imposibilidad de conciliar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico hace que Portugal tenga una de las tasas más bajas de fecundidad del mundo. Cuidar de los vivos se vuelve incompatible con desear más vivos.

Pero la cultura patriarcal tiene, en ciertos contextos, otra dimensión particularmente perversa: la de crear la idea en la opinión pública de que las mujeres están oprimidas y, como tales, son víctimas indefensas y silenciosas.

Este estereotipo permite ignorar o restar importancia a las luchas de resistencia y a la capacidad de innovación política de las mujeres. Se ignora, así, el papel fundamental de las mujeres en la revolución democrática de Egipto o en la lucha contra el saqueo de la tierra en la India; la acción política de las mujeres que lideran municipios en muchas pequeñas ciudades africanas y su lucha contra el machismo de los líderes del partido que bloquean su acceso al poder político nacional; la lucha incesante y llena de riesgos por la punición de los criminales llevada a cabo por las madres de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez; las conquistas de las mujeres indígenas e islámicas en la lucha por la igualdad y el respeto por la diferencia, transformando desde dentro las culturas a las que pertenecen; las prácticas innovadoras de defensa de la agricultura familiar y las semillas tradicionales de mujeres de Kenia y de muchos otros países africanos; la respuesta de las mujeres palestinas cuando, al ser interrogadas por autoconvencidas feministas europeas sobre el uso de anticonceptivos, contestan: “en Palestina tener hijos es luchar contra la limpieza étnica que Israel impone a nuestro pueblo”.



Extraído de: www.rebelion.org (15-03-2011)

jueves, 1 de septiembre de 2011

Autodeterminación:

Fuente de foto: www.katari.org

¿Autodeterminación
de los pueblos?
¿Quién es el sujeto?

Immanuel Wallerstein
Uno de los mantras guías del siglo XX fue la autodeterminación de los pueblos, de las naciones. Ésta fue una creencia que todo el mundo aceptó en teoría. Pero en la práctica fue un asunto muy espinoso, muy poco claro. La dificultad clave está en determinar quién era el sujeto, el pueblo, la nación que debería tener la potestad de determinar su propio destino. Nunca hubo acuerdo con respecto a este punto. En el caso de las colonias, la cuestión era relativamente simple. Pero en el caso de un Estado ya reconocido como Estado soberano, la opinión estuvo muy dividida; fue común que la división fuera violenta. El asunto está en los titulares del momento a causa del referendo en Sudán del Sur, donde el pueblo está votando si desea permanecer como parte de un Estado llamado Sudán o si va a constituir un nuevo Estado separado de Sudán.

En todos los estados, sin excepción, hay gente en el poder estatal que argumenta lo que se ha llegado a conocer como la posición jacobina. Afirman que todos los ciudadanos de ese Estado constituyen una nación, una que ya determinó su destino. Hablamos de naciones-Estado como si el principio jacobino fuera una realidad y no sólo una aspiración política. Los jacobinos dicen que el Estado deber ser reforzado o fortalecido negándose a reconocer el derecho, la legitimidad de un grupo intermedio (como le dicen) que se yergue entre el Estado y los ciudadanos. Todos los derechos van al individuo; ningún derecho va a los grupos.

Al mismo tiempo, en todos los estados, de nuevo sin excepción, hay otros –con frecuencia llamados minorías– que cuestionan esta idea. Dicen que la posición jacobina esconde el interés de algún grupo dominante que mantiene sus privilegios a expensas de todos aquellos que pertenecen a grupos diferentes al grupo dominante. Las minorías (que con frecuencia, pero no siempre, conforman de hecho la mayoría numérica de la población), argumentan que, a menos que se reconozcan los derechos de los grupos, se les está negando una participación equitativa en el Estado.

¿Qué derechos sienten estas minorías que se les niegan? Algunas veces derechos lingüísticos, el derecho a emprender asuntos de medios, educativos y legales en un lenguaje que no sea el lenguaje oficial. Algunas veces, se trata de derechos religiosos, el derecho a practicar abiertamente una religión que no sea la reconocida oficialmente, y a llevar a cabo sus asuntos civiles bajo las leyes religiosas que son parte de su propia religión. En ocasiones se trata de derechos agrarios, los derechos de los grupos que detentan tierras conforme a las normas tradicionales que son diferentes de las normas actuales puestas en efecto por el Estado.

Hay dos estrategias para garantizar los derechos de los grupos minoritarios. Una es buscar una autonomía reconocida oficialmente en varias esferas de la vida social y legal. La segunda, si el grupo ocupa zonas geográficas relativamente compactas, es buscar la secesión, es decir, la creación de un nuevo Estado. Para muchos grupos, éstas son las alternativas entre las que podrían moverse. No habiendo conseguido la autonomía, podrían buscar la secesión. O una vez derrotadas política o militarmente sus aspiraciones a la secesión, podrían conformarse con la autonomía.

Los kurdos en Turquía y aquellos que están en Irak, habiendo buscado la secesión, parecen ahora dispuestos a conformarse con la autonomía. Así también parece ser el caso de los francófonos en Quebec. La gente de Sudán del Sur se está moviendo en la dirección contraria, como hicieron los kosovares en Serbia.

El punto crucial no siempre es una cuestión meramente interna en un Estado en particular. Para ser un Estado soberano, uno debe ser reconocido por otros estados soberanos como una entidad legítima. Hoy, la República Turca del Norte de Chipre es reconocida únicamente por otro Estado. No puede por tanto unirse a organizaciones internacionales, aun cuando de facto continúe controlando su territorio.

Cuando Kosovo proclamó su independencia lo reconoció sólo menos de la mitad de los miembros de Naciones Unidas. Tenemos que preguntarnos entonces por qué, y por cuáles estados. Hubo algunos estados de Europa pero también de otros lados (son notables los casos de China y Rusia) que temían el precedente. Dijeron que, si los kosovares podían declarar unilateralmente su independencia, grupos similares en sus países podrían tomar esto como un precedente. Sin embargo Estados Unidos y ciertos estados de Europa occidental pensaron que la independencia kosovar de Serbia servía a sus intereses geopolíticos y alentaron a los kosovares a proclamar su independencia, la cual reconocieron de inmediato, y a la cual le concedieron asistencia política y material.

Cuando Biafra intentó separarse de Nigeria hace varias décadas, casi todos los estados africanos respaldaron los esfuerzos del gobierno nigeriano para suprimir la rebelión militarmente. El principal argumento para hacer esto es que la secesión de Biafra sentaría un terrible precedente en África, donde casi todas las fronteras estatales fueron constituidas arbitrariamente por los poderes coloniales, y de hecho atravesando las líneas étnicas. Los estados africanos querían conservar sus fronteras existentes, sin importar lo artificiales que parezcan, como única garantía de su orden colectivo.

Ahora, parece que el referendo en Sudán del Sur producirá un voto abrumador en favor de la secesión. Y es casi una certeza que los estados africanos que no reconocieron a Biafra, además de China que no reconoció Kosovo, reconocerán el nuevo Estado que se está creando. De hecho, incluso el Estado del cual se está separando está dispuesto a reconocer al nuevo Estado.

¿Por qué? La respuesta es simple. Hay razones geopolíticas para hacerlo. China está interesada en las futuras relaciones con el nuevo Estado, que será un gran exportador de crudo. El interés de comprar petróleo parece cobrar prioridad sobre la preocupación acerca de los precedentes que tendrían los grupos secesionistas en China. Sudán parece dispuesto a reconocer al nuevo Estado porque Estados Unidos ha prometido cambios específicos en sus propias políticas vis-a-vis si Sudán permite que la secesión proceda pacíficamente. Los estados africanos se ven abrumados por el acuerdo de facto entre los dos lados de esta controversia. Además, muchos de ellos simpatizan con los grupos de Sudán del Sur, que son los pueblos nilóticos, que enfrentan a un gobierno dominado por los pueblos árabes.

En el siglo XXI la opción jacobina está en retirada en la mayoría de los países. La cuestión real es la autonomía versus la secesión de las así llamadas minorías. ¿Es una mejor que la otra? No hay una respuesta general a dicha cuestión. Cada caso es diferente en dos formas. La demografía y la historia reales de cada Estado son diferentes y por tanto lo que lógicamente es lo mejor y lo más justo es diferente. En cualquier caso, un nuevo Estado que resulta de una secesión de inmediato descubrirá minorías dentro de sus fronteras. Y el debate no termina nunca.

Pero hay una segunda consideración. La cuestión de autonomía contra secesión tiene consecuencias geopolíticas. Y éstas son cruciales en términos de las luchas que están en proceso dentro del sistema-mundo como un todo. Todos los partidos buscan, más bien cínicamente, su propio interés como estados. Su actuación puede ser bastante opuesta de una situación a otra. Esto es así porque a los poderes externos les importa primordialmente el impacto geopolítico de la decisión. Pero es el papel de estos poderes externos lo que con frecuencia es decisivo.

Traducción: Ramón Vera Herrera
Fuente: La Jornada


martes, 16 de agosto de 2011

Descolonización en el servicio público:


Reflexiones sobre el Servidor Público y el burocratismo decadente

(Colectivo Araña)

El proceso de cambio que se vive en nuestro país, ha hecho que muchos aspectos del imaginario colectivo, acuñado dentro de la estructura colonizada y política neoliberal, se deconstruya y en el mejor de los casos, se destruya. Una de ellas es la conducta del servidor público. El servidor público de hoy, no solamente debe trabajar desde un escritorio, por el contrario, éste debe realizar trabajos de campo y en proximidad con la población a la cual servimos. Éste aspecto, el de servicio, se prioriza más cuando se trabaja con la temática de la lucha contra el Racismo. Hasta el día de hoy, se trata de solucionar las denuncias de las víctimas solo desde la oficina, siendo que nosotros deberíamos ser como el médico Kallawaya: itinerantes. Realizar esta acción, una aproximación a la realidad en la que se desenvuelven las poblaciones más vulnerables, nos permite empoderarnos y comprender mejor su sentir y su real requerimiento de justicia.

Pero la concepción del servidor público colonial, fundamentada en el egoísmo, en el amedrentamiento a través de la norma (Ley Safco y otras) y en las acciones de trabar la acción y gestión pública a título “administrativo” (procedimiento), sigue latente y no te permite plasmar dichas ideas de “servicio”. Puede ser una acción válida si se tratara de proteger los bienes del estado, sin embargo, más parecen acciones para inviabilizar proyectos y actividades que se proponen desde el Estado. Muchos de los actuales servidores públicos están ingresando por primera vez dentro el campo de la administración pública, no conocen procedimientos tan burocratizados pero tienen muchas propuestas o ideas que pueden ser aplicadas rápidamente, pero el aspecto del trámite y procedimientos “neoliberales”, frena esos ímpetus, los desestructura y hace que esas ideas se pierdan. Las razones (excusas) jurídicas y financieras, dirán que “así debe ser” y “así siempre ha sido”, pero desde el enfoque de la descolonización, consideramos que “no tiene porqué seguir siendo”, eso es proceso de cambio.

Un proceso de cambio implica riesgos que deben estar enmarcados en la voluntad de apoyo a la gestión de un gobierno para la consolidación de un Estado. Esto quiere decir, que el servidor público de las áreas administrativas y jurídicas, es el primero que debe cambiar en su perspectiva de “servicio” (mucho más en una instancia que trabaja con temática subjetiva: Lucha contra el Racismo y la discriminación); deben apoyar en la elaboración y ejecución de un Proyecto y/o actividad, allanando el camino burocrático y no, por el contrario, trabándolo más. Un proceso de cambio implica prácticas descolonizadoras como la eliminación de complejos de superioridad y de inferioridad, donde “manejar los recursos económicos del Estado”, no debe atribuir consideraciones de superioridad respecto al trabajo técnico de una unidad operativa; manejar los aspectos jurídicos o de recursos humanos, no deben servir para amedrentar a un/a servidor/a pública, por el contrario deben servir para generar confianza y seguridad en dicho servidor o servidora pública; ser de las unidades de recursos humanos no debe asumirse como la instancia de poder y por lo cual, inclusive, no se debe responder ni el saludo. Dentro lo administrativo, el imaginario construido de que un servidor público “solo viaja por los viáticos”, es una secuela de discursos y prácticas de anteriores gobiernos (además de Estado), y (coincidentemente) ese es el discurso que más se han apropiado las instancias que deberían viabilizar el traslado del servidor o servidora pública/o, a las diversas regiones del país como una manera de demostrar el alcance territorial del estado.

El requerimiento constante de la población, es que el Estado llegue a los lugares más lejanos, pero sin embargo la política de acción de sectores (fundamentalmente administrativos y jurídicos) de la institución pública, hace que el servidor público este sentado en su escritorio. La afrenta descolonizadora, respecto a estas actitudes, propició la reacción de algunos servidores de estos ámbitos, bajo el lema (despectivo por cierto) “les enseñaremos quien manda”. Esta reacción de servidores/as públicos que no desean un cambio para el país, es tomada como una afrenta de poder.

El poder que tiene la Administración, cuyo sustento es el capitalismo (obvio), que sustenta el colonialismo y la estructura neoliberal, tienen todas las de ganar, pero si se involucran dentro del proceso de cambio, estamos seguros, que serán coadyuvadores para la gestión y no una traba burocrática solamente. Es muy errada la idea de que solo el servidor público que está en su escritorio trabaja y el que sale no. Consideramos que es al contrario, porque en estos tiempos se debe trabajar con la población, conocer de cerca sus necesidades. Lo mismo sucede con el control de recursos humanos, donde las políticas de control implementadas son altamente coloniales y neoliberales. Cuando algo no cambia, es porque no se tiene capacidad o no se tienen voluntad para generar nuevas propuestas de control (en base a productos). A esto se suma las características humanas (bondad, simpatía, celeridad y atención) que se han mantenido alejados dentro la estructura del “elitismo de control”; es decir, uno cree que es jefe si tiene a sus dependientes subordinados. Hoy en día el cargo de jefe debe ejercérselo de forma conjunta, con todo los dependientes, porque la jefatura es solo una forma de estructuración, mientras que el trato humano es parte de los Derechos Humanos y Culturales, dos aspectos con los cuales trabaja nuestra institución.

No contestar el saludo, no mostrar amabilidad, no ayudar a solucionar un conflicto, considerar al otro como inferior (por el cargo), son prácticas coloniales de siempre. Como anécdota pongo el siguiente ejemplo: Uno de los servidores, al cumplir con la disposición de Recursos Humanos, de “hacer sellar las boletas de salida en todas las entidades” donde se vaya, recibió una fuerte crítica indicando que era una práctica colonial la no confianza en sus dependientes. Esto llegó a conocimiento de Despacho de nuestra Ministra y la Jefa de gabinete, mediante llamada telefónica, indicó que no debería realizarse más esa práctica. Sin embargo grande fue la sorpresa que días después llega una instructiva, fortaleciendo lo que se había dicho que estaba mal: “hacer sellar las boletas de salida”.

Esta es la realidad en la que nos encontramos y desde el punto de vista de la descolonización, es un aspecto que hay que cuestionar o mejorar radicalmente, lo contrario implica que muchos no están entendiendo (o no quieren entender) el proceso de cambio. Es hora de cambiar la idea de que “las corbatas”, el título o el cargo, implican poder, por el contrario, estos deben implicar servicio, buen trato, cordialidad, voluntad, comprensión, compromiso, etc. aspectos subjetivos muy importantes para el desenvolvimiento y aporte al proceso de cambio.


RACISMO AL REVÉS?
Fuente de foto: bioantropogenesis.wordpress.com

lunes, 15 de agosto de 2011

Despatriarcalización:

Foto fuente: Revista En Femenino

DESPATRIARCALIZANDO,
EL ESTADO Y LA SOCIEDAD
SIN PERMISOS
Claudia Espinoza I.
En la ciudad de El Alto, cuando una sube a un minibús del transporte público, encuentra a una madre, con su wawa a cuestas, haciendo el trabajo de cobradora de pasajes. Es la esposa del chofer quien comparte la jornada laboral yendo y viniendo, de parada a parada. No pocas veces, estas mujeres tienen que amarrar sus awayus al asiento delantero y no pocas veces reciben reclamos de los pasajeros sea porque las wawas ocupan espacio, sea porque lloran o porque estas mujeres –nerviosas- no saben si atenderlas o si abrir y cerrar la puerta.
Esta es una de las múltiples realidades que se presenta en la urbe alteña. Una ciudad con población mayoritariamente joven y femenina, pujante en el comercio y la industria, vanguardista en los cambios políticos del país, con un alto grado de interculturalidad, pero que conserva altos niveles de pobreza y discriminación.
En los mosaicos alteños se vive la diferencia y la diversidad de manera descarnada. En todos los distritos urbanos y rurales conviven cotidianamente desde las realidades más extremas hasta las más cercanas, constatando que existe una base material que permite o impide que las personas ejerzan sus derechos. No es lo mismo ser una mujer migrante recién llegada de la comunidad o una mujer nacida en la ciudad donde trabaja o estudia.
Desde estas alturas, ¿cómo entender el horizonte emancipatorio que plantea la Constitución Política del Estado cuando nos habla de descolonización y de derechos de las mujeres como bloque despatriarcalizador?
La apuesta estatal
En primer término, si la ley de leyes viene como un mandato estatal a cumplirse, es necesario partir de la institucionalidad creada para ello, por lo que hay que aterrizar en el Viceministerio de Descolonización y la Unidad de Despatriarcalización como estructuras creadas en el Estado, por primera vez en la historia boliviana, encaminadas a traducir los articulados constitucionales en políticas públicas.
De acuerdo al Viceministro de Descolonización, Felix Cárdenas, el Estado colonial tiene dos grandes deudas: con los pueblos indígenas y con las mujeres. Se trata de una deuda histórica de justicia que en el largo proceso colonial pre y post republicano ha cercenado los derechos de estos sujetos sociales a través del genocidio y el ejercicio de varios tipos de violencias, que se han enraizado sistemáticamente en la sociedad.
A partir del proceso constituyente, los pueblos y naciones indígenas, junto a las organizaciones sociales que incluye a las de mujeres, se concretiza la necesidad de revertir la dominación colonial y patriarcal promoviendo un cambio en el imaginario colectivo que cuenta con un asidero jurídico político nuevo, la CPE, como referente histórico.
Este dato es relevante porque se abre el horizonte emancipatorio con la instauración del Estado Plurinacional, una vez aprobada la CPE por voto directo (67% de los votos) en enero de 2009, la cual conlleva la participación social en su periodo de maduración. Es decir que la batería de derechos individuales y colectivos incorporados en el cuerpo constitucional de manera inédita, no parten de un debate teórico, encerrado en la academia, en los espacios político-partidarios o en las instituciones, sino es propuesta de los sujetos sociales desde su re-apropiación de los derechos que, a la vez, es producto de una experiencia histórica práctica.
Siendo así, el desafío de materializar los preceptos constitucionales descolonizadores y despatriarcalizadores es cuando menos, complejo, mas no imposible pues está inmerso en la voluntad general de construir una nueva convivencia social que no pretende tolerar la diferencia, sino que va a respetar la plurinacionalidad y la pluralidad de la formación boliviana.
Algunas de las acciones del Viceministerio y la Unidad mencionados son: su participación en la elaboración de Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación y su respectivo reglamento, normativa que ha empezado a ser aplicada por la sociedad como en los casos de Josefina Peña Archondo, una arquitecta afroboliviana, y Amalia Laura Villca, una abogada quechua, ambas mujeres vivieron la discriminación racial. Por otro lado, la exigencia de la ley en instituciones públicas y privadas ha reportado más de 800 reglamentos internos reformulados con el mandato del respeto a la dignidad de las personas.
También se encuentra el programa “Matrimonios Colectivos desde nuestra Identidad”, cuyo eje no sólo se remite a revalorizar los saberes indígenas en la conformación del jaq’i (pareja) o chachawarmi y a la ruptura del monopolio católico en la conformación conyugal, sino apunta a desterrar la violencia intrafamiliar hacia la mujer y los hijos e hijas, a través de la ética de la corresponsabilidad entre mujer y varón en la familia. Para ello, se ha establecido que el Estado debe asegurar condiciones materiales para la convivencia familiar como la vivienda y los proyectos de seguridad alimentaria.
Otra propuesta generada desde la Unidad de Despatriarcalización consiste en el Anteproyecto de Equivalencia Democrática orientado a la equidad en materia de cargos públicos en la estructura estatal. Se trata de normar la designación de cargos con paridad y alternancia en los Organos Ejecutivo y Electoral, no por la vía electoral, sino por la vía administrativa. En cuanto a otras normativas, se encuentran las propuestas de reformas al Código de Familias, el Registro Civil, la cuantificación del trabajo doméstico y otros que permitirán rayar la cancha del Estado para el ejercicio de los derechos descolonizadores y despatriarcalizadores, por fuerza de ley.
Este es un nivel que amerita dos interpretaciones. Por un lado, si el Estado incluye en su definición “ideas fuerza que articulan a una sociedad”, entonces descolonizar y despatriarcalizar son dos de esas ideas fundamentales con raíz histórica profunda que vinculan a pueblos indígenas y a mujeres, y a sus organizaciones. Por otro lado, al vincular a organizaciones sociales, el Estado está obligado a expandir las políticas que respondan a las ideas fuerzas; en otras palabras, es su deber materializarlas, hacerlas realidad.
Un grafitti en Cochabamba, ilustra esta razón de ser: “el cambio no se hace sólo con leyes, pero tampoco sin leyes”. La medida para saber cómo el Estado está traduciendo la demanda social, será el grado democrático que se aplique a la formulación de las políticas, y en este campo son las organizaciones, por su naturaleza, las que conllevan la deliberación en su institucionalidad. Por tanto, ni Estado ni sociedad civil están exentos de la responsabilidad de construir el Estado Plurinacional.   
Pueblos indígenas y mujeres
Por las características de su historia, su territorio y su gente, Bolivia se constituye en un país plurinacional que, sin embargo, ha sido fundado sobre la exclusión.  Los pueblos indígenas y las mujeres fueron quienes más resistieron la agresión del poder colonial, patriarcal y capitalista. Enfrentaron el racismo y la discriminación, y sin rendirse organizaron decenas de sublevaciones, buscando la apertura hacia una sociedad que permitiese el reconocimiento pleno de los derechos individuales y colectivos. En esa búsqueda, miles de mujeres y hombres entregaron la vida.
El hecho fundante del sistema de dominación sobre pueblos indígenas y mujeres fue sin duda la articulación del doble poder: colonial y patriarcal que cuando se juntaron inauguraron una cadena de opresiones en las tierras del continente conocido como americano. La invasión española simboliza esa articulación que a través de la violencia y las armas impuso una cosmovisión ajena a la existente. Por ello, la colonialidad no expresa solamente un choque cultural, sino significa la instauración, por la fuerza, de un modo de pensar la vida en general.
La doble dominación se ha traducido en normas, instituciones, impuestos, valores y comportamientos constituyendo estados asentados en la eliminación de las y los colonizados, implantando modelos de violencia sistemática en contra de todo aquello que no se asemejase o se asimilase al prototipo de la modernidad: hombre o mujer blanca, de raíces europeas con usos, costumbres y creencias de la misma raíz.
Ese fue el derrotero de la colonialidad en más de 500 años, cuya reproducción se aseguró en los subsistemas de dominación como la prebenda política, la corrupción, la depredación del ecosistema, la explotación, la delincuencia y otros, avanzando paulatinamente en el silenciamiento hasta llegar a la muerte en vida de las y los colonizados.
Por ello, la colonialidad y el patriarcado no son tipos de dominación únicamente de jerarquía vertical o de índole genérica, sino que subsisten en el Estado y la sociedad, de tal manera que producen tanto hombres como mujeres coloniales y patriarcales que concentran y ostentan poder. A esto se articula, posteriormente, la condición y posición de clase en un régimen de corte capitalista y neoliberal que permite sustentar esa estructuración social, por eso se trata de una triple dominación.
Sin embargo, a diferencia de otras formas de dominación, la triple dominación encontró en lo que hoy se llama Bolivia, la afrenta de los pueblos indígenas. La reprobación, la resistencia y la defensa de los pueblos indígenas portaba una base sólida de historia, organización, religiosidad, producción, astronomía, hidráulica, ingeniería y autonomía que entraban en profunda contradicción con el molde civilizatorio de occidente.
Cuando se hace referencia a los pueblos indígena originario campesinos, claro está que se incluyen a las mujeres, niñez, juventud y ancianidad que conformaban ese todo. Así lo demuestran las rebeliones a lo largo de la historia bajo un principio de no escisión de la comunidad; de la vida y la muerte; de la paz y la guerra; de la mujer y el varón; de lo tangible y lo no tangible. Se imprime una visión de complementariedad diametralmente opuesta a los designios de occidente que determinan a través de sus normas e instituciones que no sólo priman los intereses individuales, sino que todo se separa y que unos valen más que otros u otras. De ahí viene el derecho y la ganancia individual; lo público y lo privado; mujer aquí y hombre allá; los fuertes y los débiles; los superiores y los inferiores; en fin, todo se convierte en una división binaria, irreconciliable.
Es necesario reconocer que la triple dominación aplicó la estrategia de dividir para evitar la reversión de su poder. Porque sujetos aislados y escindidos pueden menos que un ejército organizado en torno a un objetivo común. Y el transcurrir de los hechos, a lo largo del tiempo, han dado claros ejemplos de que es la marcha colectiva la que promueve la ruptura no sólo de aquella estrategia, sino de los esquemas y dispositivos de poder dominantes.
Si esto es así, se puede pensar que la emancipación no podrá nunca ser exclusiva a unos, pues será la articulación de las luchas que permitirá quebrar el sistema de triple dominación diseminado en el Estado y la sociedad. En la memoria corta ¿qué fue lo que abrió el camino constituyente y postconstituyente en Bolivia? A la luz de los acontecimientos, fue la conjunción, el enlace de las opresiones que dio paso a lo que hoy significa contar con un nuevo marco jurídico-político en la CPE, es decir la relación permanente de las múltiples opresiones y sus proyectos de liberación.
Sin duda, es preciso atribuir un peso político específico a los pueblos indígenas en su constitución como sujeto social en el proceso boliviano actual, dado que sin la profundidad histórica de sus luchas y el contenido de la pluralidad que portan, en un sentido amplio, no hubiese sido posible ni pensar ni hablar ni hacer procesos de descolonización y despatriarcalización.  
El feminismo del más allá
Así como es apolítico y ahistórico ignorar las transformaciones en el Estado, también lo es no asumir que cuando de pueblos indígenas y mujeres se trata, existe una instancia estatal dedicada a la descolonización y otra a la despatriarcalización. Y cuando la sociedad produce demandas, reivindicaciones y proyectos debe articular y coordinar con el Estado a fin de que se alcancen resultados, respondiendo a la corresponsabilidad que implica a ambos.
En cuanto a las mujeres, pese al amplio recorrido de valiosas luchadoras como Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Yguanduray, Juana Azurduy, Domitila Chungara y otras miles anónimas convertidas en sujeto colectivo, desde los grupos feministas se optó por recoger los aportes de las corrientes feministas de occidente, en las que distintas propuestas de pensamiento abordaron desde la situación y condición de las mujeres en el contexto del patriarcado hasta las posibilidades de autonomía en un contexto de liberación absoluta en las opciones que van desde el cuerpo, la mente, el poder, la sexualidad y su correlato en el espacio público.
Esas propuestas cuentan con una fuerte influencia del entorno al que pertenecen, vale decir, principios individuales del ser provenientes de la modernidad y la postmodernidad, uso de tecnologías avanzadas desde el arte hasta la medicina —como dos referentes esenciales de la representación y la transformación del cuerpo—, ausencia del ser colectivo, relatividad de la historia como memoria, entre otros preceptos.
Haciendo un repaso por los feminismos latinoamericanos, se encuentra una diversidad de corrientes que se expandieron desde los años 70. Así se conocen movimientos que reivindicaron el feminismo desde la sociedad civil, desde el Estado, desde la academia, desde los espacios políticos y desde la cultura; también desde ámbitos temáticos como la violencia, la salud o los derechos humanos.
Esas formas reivindicativas fueron secundadas por una tendencia que fue institucionalizando el feminismo bajo modalidades como las ONGs y las fundaciones. Entre los pros y contras de la institucionalización feminista, se pueden citar la especialización de varias mujeres y algunos hombres en las temáticas reivindicadas, la capacitación de gestión en lo privado y lo público. Pero, por otro lado, se experimentó un distanciamiento de la vida cotidiana, del activismo creativo y callejero, así como de las organizaciones sociales y de base.
El discurso feminista tuvo un ancla muy fuerte en las condiciones de pobreza, marginación, racismo y discriminación del continente, por lo que las propuestas —aunque con distintas etiquetas y matices— apuntaron, durante décadas, a la “igualdad” como programa político en el marco del ideario más amplio de la democracia. Igualdad entre ricos y pobres, igualdad entre mujeres y hombres, igualdad entre blancos y negros, entre otras igualdades, fueron las consignas recurrentes que abarcaron los grupos feministas. Después, se instauró el feminismo de la diferencia, que en esencia no cambió los escenarios de la polaridad, pues mantuvo el enfrentamiento determinista del feminismo “mujer contra varón”.
Con todo, el proceso político latinoamericano demostró que las reivindicaciones feministas aisladas y escindidas del movimiento popular (indígena, campesino, originario, sindical, etc.), no lograron los cambios prometidos. Porque las condiciones precarias de la vida de un pueblo afectan a las mayorías desfavorecidas en la misma medida, y dentro de esas mayorías las mujeres articuladas a sus comunidades, su historia y sus organizaciones avanzaron más a partir de proyectos colectivos de liberación de la doble o triple opresión.
¿Adiós al género?
En casi todos los casos feministas, el género fue el centro de sus propuestas así como también fue la caída y devaluación del término. En esa línea, la propuesta actual más innovadora parece provenir de la filósofa Beatriz Preciado, quien provoca una inflexión en la producción intelectual feminista cuestionando exponentes prominentes de la literatura feminista. Preciado patea el tablero de la tradición feminista que en distintos momentos tuvo autoras que han intentado comprender lo femenino/masculino desde distintas entradas: por el lado biológico/sexualidad, por el lado discursivo, por la construcción cultural, por la opresión económica, por la colonialidad y postcolonialidad, por la subjetividad/identidad, por el lado de las relaciones de poder, entre otros (ver textos Virginia Vargas, Lola G. Luna, Gayatri Ch. Spivak, Irene Silverblat y Judith Butler).
La propuesta de Preciado deconstruye el discurso dominante del sexo/género para construir una “condición de posibilidad” para la humanidad, en la que se supera las prescripciones del sexo y el género para plantear lo femenino/masculino como una sobreposición de varias aristas o una multiplicidad identitaria, negando así todas las construcciones normalizadoras de la modernidad en torno a la mujer y el hombre sea a través del cuerpo o la mente. Para ella, las dimensiones inherentes al ser, no se escinden. Es así que prácticamente presenta al sexo y al género, del revés, demostrando su inexistencia fuera de la lógica moderna. De esa manera, la filósofa logra abrir un escenario inaudito en la teoría feminista, en el que, como ella misma señala, “la vida reemplaza al teatro”.
Con el planteamiento de Preciado, se interpela la producción de conocimiento y de la ciencia que atraparon lo femenino/masculino en el entramado del biopoder. De acuerdo a sus palabras, el biopoder buscó, en décadas pasadas, responder a intereses económicos y políticos dominantes utilizando para ello el sexo y el género como referentes de división y dicotomías falsas. Las aseveraciones que hace Preciado representan un gran salto para la tradición feminista en los países latinoamericanos.
El proceso boliviano
A diferencia de otros países, Bolivia se ha convertido en el referente de las transformaciones del siglo XXI. Fueron muchos años de luchas que protagonizaron diferentes movimientos sociales, desde el año 2000, en busca de saldar una deuda histórica con amplios sectores marginados, entre los que se encuentran los pueblos indígenas y las mujeres.
El 2005, el país empezó a experimentar un viraje en ese destino con la asunción del presidente indígena Evo Morales Ayma. En 2006, la instalación de la Asamblea Constituyente abrió un nuevo horizonte político con la posibilidad de incluir a los excluidos/as de siempre; de visibilizar y constitucionalizar sus derechos. Este proceso fue internalizado profundamente en todos los confines del territorio nacional.
La capacidad constituyente del pueblo boliviano se plasmó a través de sus organizaciones sociales presentes en todo el proceso, proponiendo, deliberando, discrepando, presionando y defendiendo el derecho elemental a existir. En este periodo, la presencia de las mujeres de distintos sectores, pueblos e instituciones fue masiva y lograron incorporar más de 24 derechos específicos en el texto constituyente.
Fue de ese modo que el pueblo finalmente aprobó la nueva Constitución Política del Estado, el 25 de enero del 2009. Un hecho inédito desde la fundación de la República, en 1825. La Bolivia diversa, heterogénea y plurinacional inició, a partir de ese hecho fundacional, la construcción de una nueva voluntad general.
El proceso constituyente, sin embargo, atravesó momentos críticos en los que sectores opositores ligados a latifundistas, agroindustriales, algunos grupos de empresarios y medios de comunicación quisieron impedir esa maduración social y política. Desataron olas de  violencia sistemática en varias regiones que promovieron el saqueo de instituciones públicas, el desabastecimiento de alimentos y golpizas contra personas de sectores populares, varias de ellas mujeres dirigentes y de base.
Pese a ello, la vía democrática intercultural se impuso como opción de decisión individual y colectiva. El proceso postconstituyente nació, entonces, con nuevos desafíos, nuevas necesidades y por eso debe ser que se dice que estamos en un “periodo de transición”. Porque las mujeres y hombres de este pueblo no se conforman sólo con aprobar nuevas leyes, sueñan con cambiar la materialidad actual de sus culturas, donde todas y todos tengan un lugar ya no sólo con igualdad, sino con justicia, dignidad y soberanía; en otras palabras: una Bolivia descolonizada y despatriarcalizada.   
Quizá esa sea una diferencia que aún nos distancia de las propuestas feministas de occidente. Desde la óptica de los modelos civilizatorios, occidente está marcado por el individualismo de la modernidad y por una igualdad que busca asegurar la perpetuación individual o cuando más familiar y de élite; mientras que en este lado del planeta, el individuo existe en tanto se relaciona con la colectividad. No se escinden ni desaparecen.
Así se puede ver en los procesos protagonizados por las mujeres del pueblo. En ese sentido, ha habido una rica experiencia que combinó precisamente, a lo largo del tiempo, lo individual y lo colectivo. Se ha ido revolucionando la vida cotidiana, el mundo privado y el público, el mundo urbano y rural. Las mujeres han dado pasos en lo personal y se han organizado colectivamente. Las mujeres han hecho carne de lo político en la casa y han hecho política fuera de ella, uniendo proyectos micro y macro con una perspectiva más complementaria y menos excluyente.
Del mismo modo, pueblos indígenas y mujeres han creado puentes entre la tradición, lo moderno y lo posmoderno. A través de varias prácticas culturales se han creado y recreado códigos de representación y se han realizado procesos de reapropiación y resignificación de la circulación cultural. Esto les ha permitido a las mujeres asumir múltiples identidades y desplegarlas de acuerdo a sus necesidades concretas.
La memoria y el presente
Por las características señaladas, la interculturalidad emerge como una condición sine qua non de la convivencia democrática en Bolivia. En ese sentido, la interculturalidad sigue siendo una demanda y una práctica en construcción. El hecho de que se la haya incorporado en el nuevo texto constitucional, no significa que sea parte activa de la cotidianidad. En la sociedad boliviana existen grupos dispuestos a aceptar la diferencia y la plurinacionalidad, pero otros grupos aún se niegan a prescindir de sus privilegios de élite y de clase, enarbolando una simple “tolerancia”.
Para avanzar por los derroteros interculturales, es preciso volver hacia atrás en la memoria no para reconstruir el Tawantinsuyu, negando los avances de la humanidad, sino para desarrollar procesos intra e interculturales que posibiliten la recuperación de saberes, conocimientos y tecnologías. La dominación colonial ha pretendido anular las culturas originarias marginando a las mayorías indígenas de los poderes del Estado y de todo derecho de existencia plena. Sin embargo, los pueblos y naciones indígenas han resistido activamente a la dominación, desde su experiencia ancestral en lo organizativo, lo económico, lo político y lo cultural, propiciando distintos levantamientos y luchas sociales que derivaron en el proceso de transformación que se vive en la actualidad.
Este proceso ha costado vidas, tiempo, trabajo, sufrimiento y energía, y se desarrolla en un contexto en el que todavía subsisten grupos de poder colonial y patriarcal, por lo que es necesario fortalecer las luchas de emancipación hacia la construcción de un modelo de sociedad que incorpore el paradigma del suma qamaña en todas sus dimensiones.
La materialidad de la cultura
Siguiendo esa ruta, para comprender las relaciones de dominación y transformarlas es preciso indagar la historia en lo que hace a la relación de lo femenino y lo masculino en el pensamiento andino no como abstracción y nostalgia de un pasado hipotético, sino como materialidad de la cultura.
Al respecto Silvia Rivera rescata estas nociones: “(existía) en los Andes un sistema de género en el que las mujeres tenían derechos públicos y familiares más equilibrados con sus pares varones (…) en las sociedades andinas —al menos tal como se ha documentado y reconstruido en la experiencia etnográfica y etnohistórica—, exhibe un equilibrio dinámico y contencioso, orientado normativamente por la pareja andina, la introducción del Cabildo colonial introduce a su vez el dominio de la representación política en manos del varón, hasta ese momento la situación era diferente. (…)”.
Por su parte, Waldemar Espinoza recoge la “descendencia paralela” por la cual los hijos pertenecían teóricamente al padre y las hijas mujeres a la madre. “Lo cual, es evidente, traía varias implicancias: 1º los hombres heredaban los bienes muebles del progenitor; y las muchachas los de su progenitora”.
Esas relaciones de equilibrio habrán sido posibles en virtud de las condiciones materiales preexistentes a la Colonia en la producción, la distribución de la riqueza, el uso de los recursos, etcétera. Lo que se conoce como el chacha warmi, categoría hoy devaluada y en crisis, debe ser un punto de exploración y búsqueda en tanto una posibilidad de construcción teórica y práctica que se enmarque de manera coherente en el suma qamaña. Zavaleta decía que la crisis es un método de conocimiento y a la vez un instrumento de creación.
El chacha warmi y todas las categorías que incluye como la paridad, la reciprocidad, la complementaridad, no sólo se expresa en el “andar junto hombre y mujer” bajo el código del matrimonio, sino se traduce en la posibilidad de construir entre ambas visiones diferentes una pareja productiva en la política, la economía, la cultura y vinculada al cosmos.
Así se puede comprender más ampliamente, por ejemplo, el chicata chicata o la igualdad de condiciones en la participación política. Esta demanda ha sido una constante en la agenda feminista de las últimas décadas. Pero habrá que analizar que mientras ha sido una reivindicación acorralada sólo por ciertos sectores institucionalizados de mujeres no ha prosperado, mientras que, en la medida en que se abrió a la articulación con mujeres indígenas y de sectores populares, respetando sus luchas rebeldes, ha sido una conquista que en la actualidad ya puede visualizarse de manera concreta y efectiva en los poderes del Estado. Este ya es un referente a replicarse en las organizaciones sociales, juntas vecinales, asociaciones, sindicatos y otras organizaciones.
Para descolonizar y despatriarcalizar
Volviendo a la imagen del principio, ¿cómo entender y contribuir a transformar la vida de la mujer/joven/migrante/indígena que trabaja cotidianamente con su pareja para sobrevivir?  Pues, parece ser que hace falta volver a las calles y subsumirse en la vida cotidiana. Hace falta conocer los códigos, las resignificaciones y representaciones culturales que generan las mujeres con o sin sus parejas. Hay que dialogar con los hombres/jóvenes/migrantes/indígenas. Es urgente indagar en la historia, la filosofía, la antropología y otros saberes que ha desarrollado el pensamiento andino.
Para asumir la descolonización y la despatriarcalización hace falta, entonces, reconocer el colonialismo y el patriarcado en las formas más disímiles y heterogéneas de su recurrencia en el Estado y la sociedad. Pero no se trata de un descubrimiento académico, es un recorrido atento por la historia y la vida cotidiana de los pueblos, identificando la multiplicidad de identidades que quizá nos hemos negado a ver. Con esta propuesta de itinerario, se apunta a construir conocimiento individual y colectivo para democratizarlo; hacer política desde las calles y de manera institucionalizada; pasar de la vida cotidiana a los poderes estatales. No hay que descuidar ningún espacio, no hay que escindir la existencia en parcialidades sino articularlas, no hay que abandonar ninguna utopía, no hay que dejar de nombrar las palabras y las cosas. Caso contrario, ¿cómo vamos a entender la mayor consigna feminista de “lo personal es político”?
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ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN EL LIBRO: POLÍTICAS PÚBLICAS, DESCOLONIZACIÓN Y DESPATRIARCALIZACIÓN EN BOLIVIA, ESTADO PLURINACIONAL, POR EL VICEMINISTERIO DE DESCOLONIZACIÓN DEL ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA, AGOSTO, 2011.