jueves, 29 de septiembre de 2011

Entrevista a Boaventura de Sousa Santos:

Incertidumbres y procesos contradictorios

La crisis económica "nos debe hacer pensar seriamente porque no hay fuerzas políticas que, en la mayoría de los países, impongan una tributación progresiva, que fue la imagen política más importante de la socialdemocracia europea durante el siglo XX". Así opinó Boaventura de Sousa Santos, Director del Centro de Estudios Sociales, Facultad de Economía, de la Universidad de Coimbra, Portugal, en entrevista con ALAI en días pasados. El investigador habló de las contradicciones de las respuestas a la crisis: "Hoy en el inicio del siglo XXI el señor Warren Buffet dice que es injusto que pague menos impuestos que sus empleados y cuantifica: 'yo pago veintitanto por ciento y mis empleados están pagando 40 por ciento, yo soy el tercer hombre más rico del mundo. ¿Qué pasa?' Estas son las contradicciones". También habló de las contradicciones de los procesos de cambio en América Latina. 

- Has dicho que el modelo neoliberal tuvo un gran marco orientador que intentó promover la democracia para apropiarse de ella ¿Nos puedes precisar este punto?

Desde los años 80, por todo el mundo, tuvimos a la democracia como una condicionalidad del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Ya no son las dictaduras las preferidas, son las democracias. Pero democracias sin redistribución de riqueza, sin derechos sociales, sin clase media, porque la democracia es el sistema de gobierno que con más legitimidad (y “paz social”) puede producir la debilidad del estado que el capitalismo financiero busca. El capitalismo financiero puede imponer más cosas a una democracia que a una dictadura nacionalista. Entonces esta fue la trampa, una promoción de la democracia para apropiarse mejor del Estado. En Estados Unidos el capitalismo financiero fue todavía más lejos: comprar las elecciones, pagando las campañas electorales. Está todo documentado con datos totalmente fiables. En las tres últimas décadas Wall Street ha pagado las campañas electorales de todos los presidentes, incluso de Obama, y por eso quiere un retorno. No es filantropía, paga las elecciones para que su gente sea la que manda y la que hace política. Por eso Obama ha nombrado en todo su equipo económico y financiero a los hombres que el día anterior eran los grandes de Wall Street y por los crímenes que Wall Street cometió es imposible lograr meterlos en la prisión. Fue posible meter en la prisión a Madoff, por ejemplo, que es realmente un especulador, porque es un outsider de Wall Street, no es un hombre de Wall Street, es un hombre que trabaja por fuera, por eso fue un blanco fácil. Entonces, el problema que vivimos es eso, un problema de que no estamos con fuerzas y con modelos suficientemente fuertes para poder combatir esta situación.

De modo que caminamos por un mundo de incertidumbre, no lo imagino totalmente catastrófico, porque veo muchas energías surgir en el Sur global. Veo un desplazamiento del capitalismo del Norte al Sur, veo como está emergiendo el diálogo Sur-Sur. Es una incógnita, pues países como China, Brasil, Sudáfrica, India y Turquía ¿en algún momento van a introducir algunas novedades en el modelo prevaleciente que dicen defender? ¿Qué novedades? Y tenemos a China con grandes entradas en África, con compras de tierras porque está la crisis de la que nadie habla, que es la crisis alimentaria. Pero, por lo mismo, también están otros países -como Corea del Sur y Brasil- y muchas multinacionales, estableciéndose así un acaparamiento de tierras que es una nueva forma de colonialismo. El colonialismo clásico se caracterizó por ser dominación territorial de un pueblo por parte de un Estado ocupante. Ahora se expresa en ocupación territorial por parte de multinacionales o Estados extranjeros, por vía de contratos que establecen con los Estados “ocupados”, contratos que nunca incluyen a los campesinos que más tarde o más temprano serán forzados a desplazarse.

Es decir, además de todas estas crisis hay innovaciones interesantes en el mundo, hay procesos en el Sur que se están impulsando, como en la India, Sudáfrica, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela. Procesos que han intentado producir una alternativa. Sobre todo los procesos de Ecuador y Bolivia son procesos contradictorios que acompaño de cerca, y que me dejan preocupado por la polarización política interna que se está produciendo entre fuerzas de izquierda. Son propuestas nuevas de una renovación del pensamiento político, del pensamiento económico, del pensamiento cultural como la interculturalidad, la plurinacionalidad, el Buen Vivir y los derechos de la naturaleza. Esta es una riqueza enorme que desde un punto de vista del Norte-global no se valora. Se considera ridículo, no entra en la cabeza de un intelectual o de un movimiento político del Norte entender esto que se está gestando.

- Cuando dices procesos contradictorios, ¿cuáles serían esos nudos?

Son muchos. El primer nudo es que tenemos una dualidad en estos países, sobre todo en países como Bolivia y Ecuador, que son países que pasaron por procesos constituyentes bastante novedosos en el continente, en la medida que son transformaciones que nacen de movilizaciones populares. Son procesos que emergen desde abajo y no desde arriba. Antes eran los abogados quienes escribían las constituciones, no fue así en Bolivia ni en Ecuador. Estas constituciones crean un proyecto de sociedad, como por ejemplo el proyecto de plurinacionalidad, el Buen Vivir, el Sumak Kawsay, el Suma Qamaña. Entonces, ¿dónde está la contradicción? En la dualidad entre un proyecto de Estado plurinacional y la realidad del Estado existente en estos países que es un Estado-nacional con toda la vejez normativa, institucional, los hábitos del cotidiano burócrata colonial del Estado moderno. Tienes, asimismo, las contradicciones de una economía extractivista, cuyo desarrollo dependiente siempre se basó en la explotación desregulada de los recursos naturales, que además en este momento tiene una coyuntura favorable por el precio de los commodities o los recursos naturales, y al mismo tiempo un proyecto constitucional que apunta al horizonte postcapitalista de Buen Vivir, de otro tipo de sociedad. La tensión es entre lo viejo que todavía vive y es fuerte frente al nuevo que todavía no existe y apenas está emergiendo.

Estas contradicciones repercuten en el campo social y en el campo político. En el campo político tenemos las viejas izquierdas del continente, que fueron siempre muy modeladas por las izquierdas europeas, con las siguientes características: Por un lado, eran izquierdas monoculturales o sea eurocéntricas: nada de lo que existe fuera del Norte o de Europa es importante. Por otro lado, eran izquierdas que se polarizaban muy fácilmente alrededor de la lucha por el poder, por divisiones ideológicas. En tercer lugar, eran izquierdas que tenían la misma concepción de desarrollo de fuerzas productivas, la misma concepción de explotación de la naturaleza.

Pero hay iniciativas que surgen de este continente, que de alguna manera empiezan con los zapatistas y después con el Foro Social Mundial, y que van a tener un impulso bastante grande en mostrar que hay otros lenguajes de izquierda, otros movimientos -que hasta entonces estaban totalmente invisibles-, otras maneras de concebir la relación con la naturaleza, otras concepciones de desarrollo; esa es una gran novedad y de alguna manera vamos a asistir a una dualidad entre izquierdas.

En Ecuador como en Bolivia encontramos grupos -desde fuera es fácil ver- que son dos facciones de izquierda. Pero que a sí mismas no se consideran las dos de izquierda, o sea cada cual considera que la otra es de derecha. Entonces, cuando tú transformas tu adversario -dentro del campo de la izquierda- en tu enemigo, no hay lugar a diálogo. Y, por tanto, viene la polarización política.

- ¿Y acaso un desgaste mutuo?

Un desgaste recíproco del cual se va a aprovechar la derecha. El riesgo en términos de izquierdas está demasiado fuerte, porque realmente la idea dominante de las izquierdas en América Latina es nacionalista y desarrollista, es muy difícil salir de esto. Sabemos que hay una transición de un modelo desarrollista dependiente hacia el Buen Vivir, pero eso no se hace en un año. Y aunque haya señales de que caminamos en esa dirección, eso no se ve. No se ve, cuando en Bolivia los indígenas están enfrentados con el hermano Evo por la construcción de una carretera en el Parque TIPNIS. Yo he estado muy involucrado en este conflicto, dialogando con los indígenas y con la vicepresidencia, para intentar un diálogo porque me parece que tienen mucho en común y a pesar de todo no dialogan. Hay alternativas a la carretera. Pero todo lo que parece que son contradicciones dentro del seno del pueblo, como decíamos, se polariza de inmediato, es un enfrentamiento que divide el campo popular en campesinos contra indígenas, indígenas contra indígenas.

En Ecuador veo lo mismo, un enfrentamiento y una incapacidad de diálogo. Para cualquier observador es extraño que en el proceso de una revolución ciudadana, de un Estado Plurinacional, haya 200 dirigentes indígenas y campesinos que están enjuiciados como terroristas o saboteadores. Eso lo comprendemos en Chile, pero es difícil comprender que se haga eso en Ecuador. Son contradicciones muy fuertes. A mí, como un intelectual comprometido con los movimientos y con los procesos de cambio de izquierda, me preocupa porque son procesos históricos, con oportunidades riquísimas que no se repiten en la historia fácilmente, y me parece que corremos el riesgo de desperdiciar oportunidades muy importantes de cambio en el continente.

- Pero lo que se ha puesto en duda, precisamente, es si se trata de procesos de cambio.

Mi posición es que son procesos de cambio, que quizá son muy contradictorios, que quizá necesitan alguna reorientación; pero son procesos donde hay muchas cosas novedosas y cruciales para el futuro de la humanidad. Con un ejercicio de imaginación política, que no es difícil, podemos prever que una división de las izquierdas en Ecuador o Bolivia, va a conducir a la victoria de la derecha en cualquiera de estos países. Entonces, una cosa que para mi es cierta, es que la derecha lo primero que va a hacer es eliminar las constituciones. Van a decir que la Constitución de Ecuador es tanto de Alberto Acosta como de Rafael Correa, no van a hacer distinciones, a pesar que ahora sí hacen muchas distinciones. Esta es la visión que nos falta para creer en lo que he llamado como las pluralidades despolarizadas. Seamos plurales, pero no polarizar al punto de que salgamos todos derrotados.

Por debajo de las polarizaciones, los procesos de cambio muy novedosos están ocurriendo sin que sean muy visibles. Mira, como sociólogo no dejo de ir a las comunidades. Ahora mismo estoy terminando un proyecto sobre la justicia indígena en Bolivia y en Ecuador con estudios muy fuertes en las comunidades. Es notable la riqueza de la diversidad cultural, la articulación entre lo tradicional y lo moderno, lo eurocéntrico y lo ancestral, cosas que se hacen en el terreno de manera sencilla sin grandes polarizaciones, la policía que recurre a las autoridades ancestrales, las autoridades ancestrales que hablan con el defensor del pueblo y se entienden. Después tenemos a nivel macro, desde arriba, polarizaciones enormes, donde los indígenas compañeros de lucha pasan rápidamente a ser considerados un obstáculo al cambio porque no quieren una carretera, porque quieren obviamente sus derechos colectivos que son una conquista, que es otra cosa que la izquierda europea o eurocéntrica nunca entendió.

- Pero cabe considerar que también entra en cuenta, en estos países como en otros de la región, el hecho de que se trata de procesos con un vértigo muy grande, con apasionamientos que dan poco margen al debate…

Tienes razón, han sido procesos muy rápidos y la novedad no vino de reflexiones teóricas de las izquierdas, conocidas como tales, las novedades surgieron de otros movimientos sociales, de otros agentes. Las viejas izquierdas de alguna manera buscaron aprender, pero de hecho lo que estoy mirando es que no aprendieron lo suficiente y además los movimientos se dejaron partidarizar demasiado. Tenemos una crisis de las izquierdas que no se dan cuenta de este vértigo, que no están en condiciones de entender las contradicciones y lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Quizá también tenemos una crisis de las dirigencias de los movimientos sociales, la incapacidad de entender como sus bases están manejando las contradicciones del proceso, como, por ejemplo, políticas que van en un sentido de inclusión, pero de una inclusión que al mismo tiempo es excluyente. Una cosa es crear otra economía donde la gente pueda prosperar en una economía popular solidaria, otra cosa es distribuir bonos. Porque los bonos te permiten salir de la pobreza, pero no te permiten salir de una sociedad en la que tú mismo puedas prosperar autónomamente con sustentabilidad; es decir, si te sacan los bonos caes de nuevo en la pobreza. Y prácticamente las políticas de los bonos son las únicas políticas sociales que vemos en el continente.


martes, 6 de septiembre de 2011

Patriarcado:

Fuente de foto: www.coincabol.org

Las mujeres no son hombres






El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer. Los días o años internacionales no son, en general, celebraciones. Son, por el contrario, modos de señalar que hay poco para celebrar y mucho para denunciar y transformar. No hay naturaleza humana asexuada; hay hombres y mujeres. Hablar de naturaleza humana sin hablar de la diferencia sexual es ocultar que la "mitad" formada por las mujeres vale menos que la de los hombres. Bajo formas que varían según el tiempo y el lugar, las mujeres han sido consideradas como seres cuya humanidad es problemática (más peligrosa o menos capaz) en comparación con la de los hombres. A la dominación sexual que este prejuicio genera lo llamamos patriarcado y al sentido común que lo alimenta y reproduce cultura patriarcal.

La persistencia histórica de esta cultura es tan fuerte que, incluso en las regiones del mundo en las que ha sido oficialmente superada por la consagración constitucional de la igualdad sexual, las prácticas cotidianas de las instituciones y las relaciones sociales siguen reproduciendo el prejuicio y la desigualdad. Ser feminista hoy significa reconocer que esta discriminación existe, que es injusta y desear activamente su erradicación. En las actuales condiciones históricas, hablar de naturaleza humana como si se tratara de algo sexualmente indiferente, ya sea en el plano filosófico o político, es pactar con el patriarcado.

La cultura patriarcal viene de lejos y atraviesa tanto la cultura occidental como las culturas africanas, indígenas e islámicas. Para Aristóteles, la mujer es un hombre mutilado y para Tomás de Aquino, siendo el varón el elemento activo de la procreación, el nacimiento de una mujer es un signo de debilidad del procreador. Esta cultura, anclada en ocasiones en los textos sagrados (la Biblia y el Corán), ha estado siempre al servicio de la economía política dominante que, en los tiempos modernos, ha sido el capitalismo y el colonialismo. En Tres Guineas (1938), en respuesta a una petición de apoyo financiero para el esfuerzo de la guerra, Virginia Woolf, recordando la exclusión histórica de las mujeres de la vida social, política y pública de la nación, declara provocativamente: “Como mujer, no tengo país. Como mujer, no quiero un país. Como mujer, mi país es el mundo entero”.

Durante la dictadura portuguesa, las Nuevas cartas portuguesas, publicadas en 1972 por María Isabel Barreno, María Teresa Horta y María Velho da Costa, denunciaban el patriarcado como parte de la estructura fascista que sostenía la guerra colonial en África. “Angola es nuestra” era el correlato de “las mujeres son nuestras (de nosotros, los hombres)” y mediante el sexo de ellas se defendía la honra de ellos. El libro fue requisado de inmediato, precisamente por considerarlo un libelo contra la guerra colonial y las autoras no fueron juzgadas porque entretanto estalló la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974.

La violencia que la opresión sexual implica se presenta bajo dos formas: hardcore y softcore. La versión hardcore es el catálogo de la vergüenza y del horror del mundo. En Portugal, murieron 43 mujeres en 2010 víctimas de la violencia de género. En Ciudad Juárez (México) fueron asesinadas en los últimos años 427 mujeres, todas jóvenes y pobres, trabajadoras en las fábricas del capitalismo salvaje, las maquilas, un crimen organizado hoy conocido como feminicidio. En varios países de África sigue practicándose la mutilación genital femenina. En Arabia Saudí, las mujeres, hasta hace poco, ni siquiera tenían partida de nacimiento. En Irán, la vida de una mujer vale la mitad que la del hombre en un accidente de tráfico; en el tribunal, el testimonio de un hombre vale tanto como el de dos mujeres; las mujeres pueden ser lapidadas hasta la muerte en caso de adulterio, una práctica, por otro lado, prohibida en la mayoría de los países de cultura islámica.

La versión softcore es insidiosa y silenciosa y se da en el seno de las familias, instituciones y comunidades, no porque las mujeres sean inferiores, sino porque, por el contrario, se las considera superiores en su espíritu de abnegación y disponibilidad para ayudar en los momentos difíciles. Como si se tratase de una disposición natural. Ni siquiera hay que preguntarles si aceptan los encargos o en qué condiciones. En Portugal, por ejemplo, los recortes del gasto social del Estado actualmente en curso victimizan particularmente a las mujeres. Ellas son las principales proveedoras de cuidado a las personas dependientes (niños, ancianos, personas enfermas, personas con discapacidad). Si con el cierre de centros de salud mental los enfermos mentales son devueltos a sus familias, el cuidado queda a cargo de las mujeres. La imposibilidad de conciliar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico hace que Portugal tenga una de las tasas más bajas de fecundidad del mundo. Cuidar de los vivos se vuelve incompatible con desear más vivos.

Pero la cultura patriarcal tiene, en ciertos contextos, otra dimensión particularmente perversa: la de crear la idea en la opinión pública de que las mujeres están oprimidas y, como tales, son víctimas indefensas y silenciosas.

Este estereotipo permite ignorar o restar importancia a las luchas de resistencia y a la capacidad de innovación política de las mujeres. Se ignora, así, el papel fundamental de las mujeres en la revolución democrática de Egipto o en la lucha contra el saqueo de la tierra en la India; la acción política de las mujeres que lideran municipios en muchas pequeñas ciudades africanas y su lucha contra el machismo de los líderes del partido que bloquean su acceso al poder político nacional; la lucha incesante y llena de riesgos por la punición de los criminales llevada a cabo por las madres de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez; las conquistas de las mujeres indígenas e islámicas en la lucha por la igualdad y el respeto por la diferencia, transformando desde dentro las culturas a las que pertenecen; las prácticas innovadoras de defensa de la agricultura familiar y las semillas tradicionales de mujeres de Kenia y de muchos otros países africanos; la respuesta de las mujeres palestinas cuando, al ser interrogadas por autoconvencidas feministas europeas sobre el uso de anticonceptivos, contestan: “en Palestina tener hijos es luchar contra la limpieza étnica que Israel impone a nuestro pueblo”.



Extraído de: www.rebelion.org (15-03-2011)

jueves, 1 de septiembre de 2011

Autodeterminación:

Fuente de foto: www.katari.org

¿Autodeterminación
de los pueblos?
¿Quién es el sujeto?

Immanuel Wallerstein
Uno de los mantras guías del siglo XX fue la autodeterminación de los pueblos, de las naciones. Ésta fue una creencia que todo el mundo aceptó en teoría. Pero en la práctica fue un asunto muy espinoso, muy poco claro. La dificultad clave está en determinar quién era el sujeto, el pueblo, la nación que debería tener la potestad de determinar su propio destino. Nunca hubo acuerdo con respecto a este punto. En el caso de las colonias, la cuestión era relativamente simple. Pero en el caso de un Estado ya reconocido como Estado soberano, la opinión estuvo muy dividida; fue común que la división fuera violenta. El asunto está en los titulares del momento a causa del referendo en Sudán del Sur, donde el pueblo está votando si desea permanecer como parte de un Estado llamado Sudán o si va a constituir un nuevo Estado separado de Sudán.

En todos los estados, sin excepción, hay gente en el poder estatal que argumenta lo que se ha llegado a conocer como la posición jacobina. Afirman que todos los ciudadanos de ese Estado constituyen una nación, una que ya determinó su destino. Hablamos de naciones-Estado como si el principio jacobino fuera una realidad y no sólo una aspiración política. Los jacobinos dicen que el Estado deber ser reforzado o fortalecido negándose a reconocer el derecho, la legitimidad de un grupo intermedio (como le dicen) que se yergue entre el Estado y los ciudadanos. Todos los derechos van al individuo; ningún derecho va a los grupos.

Al mismo tiempo, en todos los estados, de nuevo sin excepción, hay otros –con frecuencia llamados minorías– que cuestionan esta idea. Dicen que la posición jacobina esconde el interés de algún grupo dominante que mantiene sus privilegios a expensas de todos aquellos que pertenecen a grupos diferentes al grupo dominante. Las minorías (que con frecuencia, pero no siempre, conforman de hecho la mayoría numérica de la población), argumentan que, a menos que se reconozcan los derechos de los grupos, se les está negando una participación equitativa en el Estado.

¿Qué derechos sienten estas minorías que se les niegan? Algunas veces derechos lingüísticos, el derecho a emprender asuntos de medios, educativos y legales en un lenguaje que no sea el lenguaje oficial. Algunas veces, se trata de derechos religiosos, el derecho a practicar abiertamente una religión que no sea la reconocida oficialmente, y a llevar a cabo sus asuntos civiles bajo las leyes religiosas que son parte de su propia religión. En ocasiones se trata de derechos agrarios, los derechos de los grupos que detentan tierras conforme a las normas tradicionales que son diferentes de las normas actuales puestas en efecto por el Estado.

Hay dos estrategias para garantizar los derechos de los grupos minoritarios. Una es buscar una autonomía reconocida oficialmente en varias esferas de la vida social y legal. La segunda, si el grupo ocupa zonas geográficas relativamente compactas, es buscar la secesión, es decir, la creación de un nuevo Estado. Para muchos grupos, éstas son las alternativas entre las que podrían moverse. No habiendo conseguido la autonomía, podrían buscar la secesión. O una vez derrotadas política o militarmente sus aspiraciones a la secesión, podrían conformarse con la autonomía.

Los kurdos en Turquía y aquellos que están en Irak, habiendo buscado la secesión, parecen ahora dispuestos a conformarse con la autonomía. Así también parece ser el caso de los francófonos en Quebec. La gente de Sudán del Sur se está moviendo en la dirección contraria, como hicieron los kosovares en Serbia.

El punto crucial no siempre es una cuestión meramente interna en un Estado en particular. Para ser un Estado soberano, uno debe ser reconocido por otros estados soberanos como una entidad legítima. Hoy, la República Turca del Norte de Chipre es reconocida únicamente por otro Estado. No puede por tanto unirse a organizaciones internacionales, aun cuando de facto continúe controlando su territorio.

Cuando Kosovo proclamó su independencia lo reconoció sólo menos de la mitad de los miembros de Naciones Unidas. Tenemos que preguntarnos entonces por qué, y por cuáles estados. Hubo algunos estados de Europa pero también de otros lados (son notables los casos de China y Rusia) que temían el precedente. Dijeron que, si los kosovares podían declarar unilateralmente su independencia, grupos similares en sus países podrían tomar esto como un precedente. Sin embargo Estados Unidos y ciertos estados de Europa occidental pensaron que la independencia kosovar de Serbia servía a sus intereses geopolíticos y alentaron a los kosovares a proclamar su independencia, la cual reconocieron de inmediato, y a la cual le concedieron asistencia política y material.

Cuando Biafra intentó separarse de Nigeria hace varias décadas, casi todos los estados africanos respaldaron los esfuerzos del gobierno nigeriano para suprimir la rebelión militarmente. El principal argumento para hacer esto es que la secesión de Biafra sentaría un terrible precedente en África, donde casi todas las fronteras estatales fueron constituidas arbitrariamente por los poderes coloniales, y de hecho atravesando las líneas étnicas. Los estados africanos querían conservar sus fronteras existentes, sin importar lo artificiales que parezcan, como única garantía de su orden colectivo.

Ahora, parece que el referendo en Sudán del Sur producirá un voto abrumador en favor de la secesión. Y es casi una certeza que los estados africanos que no reconocieron a Biafra, además de China que no reconoció Kosovo, reconocerán el nuevo Estado que se está creando. De hecho, incluso el Estado del cual se está separando está dispuesto a reconocer al nuevo Estado.

¿Por qué? La respuesta es simple. Hay razones geopolíticas para hacerlo. China está interesada en las futuras relaciones con el nuevo Estado, que será un gran exportador de crudo. El interés de comprar petróleo parece cobrar prioridad sobre la preocupación acerca de los precedentes que tendrían los grupos secesionistas en China. Sudán parece dispuesto a reconocer al nuevo Estado porque Estados Unidos ha prometido cambios específicos en sus propias políticas vis-a-vis si Sudán permite que la secesión proceda pacíficamente. Los estados africanos se ven abrumados por el acuerdo de facto entre los dos lados de esta controversia. Además, muchos de ellos simpatizan con los grupos de Sudán del Sur, que son los pueblos nilóticos, que enfrentan a un gobierno dominado por los pueblos árabes.

En el siglo XXI la opción jacobina está en retirada en la mayoría de los países. La cuestión real es la autonomía versus la secesión de las así llamadas minorías. ¿Es una mejor que la otra? No hay una respuesta general a dicha cuestión. Cada caso es diferente en dos formas. La demografía y la historia reales de cada Estado son diferentes y por tanto lo que lógicamente es lo mejor y lo más justo es diferente. En cualquier caso, un nuevo Estado que resulta de una secesión de inmediato descubrirá minorías dentro de sus fronteras. Y el debate no termina nunca.

Pero hay una segunda consideración. La cuestión de autonomía contra secesión tiene consecuencias geopolíticas. Y éstas son cruciales en términos de las luchas que están en proceso dentro del sistema-mundo como un todo. Todos los partidos buscan, más bien cínicamente, su propio interés como estados. Su actuación puede ser bastante opuesta de una situación a otra. Esto es así porque a los poderes externos les importa primordialmente el impacto geopolítico de la decisión. Pero es el papel de estos poderes externos lo que con frecuencia es decisivo.

Traducción: Ramón Vera Herrera
Fuente: La Jornada