Bolivia: fin del Estado colonial, nacimiento del Estado plurinacional
Idón Moisés Chivi Vargas[1]
¿Qué es desarrollar la Constitución? ¿Cuestión de abogados y expertos en derecho constitucional? ¿Cuestión de consultores y asesores en materia de desarrollo normativo? ¿Cuestión que el Órgano Ejecutivo puede resolver sin problemas y el Órgano Legislativo limitarse a levantar la mano sin problemas también? ¿Desarrollar la Constitución es posicionar el desarrollismo modernizador a contrarruta de la descolonización? Siendo más duros aún, ¿desarrollar la Constitución es marcar, copiar, pegar, como está ocurriendo en algunos lugares donde los hacedores de políticas públicas y los expertos en derecho se esmeran en poner máscaras al constitucionalismo y su saber colonial?
Muchas son las preguntas y las respuestas aún son raquíticas…. Digo todo ello porque la cercanía que tengo con estos procesos me permite ver con cierta preocupación los datos de la realidad.
Es una preocupación por un proceso donde el futuro solicita al presente su ruptura con el pasado, un pasado que muchas subjetividades se niegan a romper, un pasado que además contiene poderosas exclusas liberales y neoliberales (tanto en el orden del saber/poder, como en el orden de los sentidos comunes o imaginarios sociales, en el orden de las prácticas sociales o institucionales y todo lo que ello implica).
¿Qué quiere decirse con todo ello? Sencillamente que el pasado neoliberal tiene aún defensores inconscientes de ser “defensores”, que el pasado neoliberal no se muestra como tal, sino que se disfraza poderosamente de presente, de proceso de cambio. Se disfraza porque no le queda otro camino; viene en envase de desarrollismo y pretende ocultar la descolonización. Pretende –en el mejor de los casos– desnaturalizar la fuerza epistemológica de la descolonización.
Peor aún, viene con membrete plurinacional y acaba en un indigenismo burdo y apenas disimulado.
¿Qué hacer? No existen libros señeros ni marcos epistemológicos acabados; no se tienen diseños institucionales que puedan ayudarnos. No existen marcos normativos exitosos ni programas económicos que puedan ser referentes aconsejables. ¿Qué hacer, entonces? Partir de un hecho incontrastable: Bolivia está viviendo una hora emancipatoria.
Es una hora donde la “descolonización” –como programa político de país– se constituye en el horizonte de conocimiento, proyección y visibilidad política que tiene el Estado de sí mismo, el país de sí mismo. Tal cosa ha sido posible desde el momento mismo en que se adueña del voto y no delega su decisión en ninguna fracción política perdedora.
¿Qué es la descolonización? De entrada, la descolonización es la lucha abierta contra el colonialismo interno. ¿Qué es el colonialismo interno? El colonialismo interno constituye el centro mismo de la reproducción de relaciones sociales de dominio sustentadas en el color de la piel y que se realizan desde el mismo Estado, desde sus prácticas institucionales y su ideología excedente (saberes internos poco estudiados, como son los mecanismos señoriales de selección, las ideologías jerárquicas y las relaciones de género, por ejemplo).
El Estado no es sólo un aparato administrativo, una maquinaria administrativa; es mucho más que eso. Es un modelo de institucionalidad, un sistema de jerarquías, un modelo de regulación y disciplinamiento de la formación social donde ésta se desarrolla y todo esto se expresa en lo que llamamos ahora órganos (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral). Entonces, la lucha contra el colonialismo interno es una lucha contra la herencia colonial de esta institucionalidad. ¿Se cuenta con diagnósticos preparados para este tipo de transformación? Puedo decir –con toda certeza– que no, que la institucionalidad actual no ha desarrollado dispositivos críticos para ver su interior colonial.
Además, el Estado no es sólo una maquinaria, sino es el gestor del Vivir Bien, que ahora es modelo económico que juega el lugar de una punta de lanza contra el capitalismo periférico y el imperialismo capitalista a nivel mundial, sin pretender una sociedad de iguales en la pobreza, sino de iguales en la riqueza social correspondiente a la lógica de los k’amiris.
Esta gestión tiene un ejercicio específico, territorialmente específico, donde la lógica de provincias y departamentos ha respondido históricamente a élites locales extractivistas y sin vocación nacionalista. Hoy este modelo está en crisis. La autonomía no es para repartir el poder solamente, sino fundamentalmente para ayudar a la gestión del Vivir Bien, para vivir bien ahora, no de aquí a cuarenta años.
Por supuesto, todo ello no se hace en el vacío; está haciéndose en los marcos de la descolonización del Derecho, descolonización de los derechos, pues la historia reciente está marcada de bloques de derechos que nunca se cumplen; esa es su naturaleza colonial: buenas leyes que no se cumplen. Hoy, en la Bolivia Plurinacional, la lucha por los derechos llega a su lugar exacto: los derechos de los ciudadanos son obligaciones del Estado. Esto supone que el Estado, al cumplir los derechos que están en la Constitución Política, no se propone tomar el cielo por asalto, sino hacer el cielo a mano y sin permiso, y hacerlo en la Madre Tierra.
Aquí debemos aclararlo: una cosa es que la fuerza del movimiento indio haya posicionado políticamente la descolonización como programa de país y otra cosa muy distinta es que los indios estemos pretendiendo una sociedad diferenciada por el color de la piel o por los antecedentes históricos; dicho de otro modo, la política de la diferencia fue –y seguirá siendo– un excelente mecanismo de visibilización de las relaciones sociales y sus prácticas institucionales de raíz colonial, tal como sucede todavía hoy a cerca de cuatro años de la descolonización. Sin embargo, la política de la diferencia del movimiento indígena en Bolivia, vista cualitativamente al menos, no se ha quedado ahí, sino que a partir de ello se abre un camino estratégico a la democracia igualitaria, como fin práctico del proceso de descolonización, del derecho, la institucionalidad y los proyectos de vida.
La descolonización es, entonces, el fin práctico que las políticas de la diferencia están trabajando para la democracia igualitaria.[2]
Por ello es que conviene detenerse un momento, hacer una pausa y ver aquello que desde la observación no se encuentra: ver dónde, cómo y hacia qué dirigimos nuestros esfuerzos, tanto en lo que respecta a lo plurinacional como en lo que implica la descolonización.[3]
El mensaje igualitario es, entonces, que tanto los modelos normativos como los diseños institucionales y los proyectos de vida hagan su giro copernicano privilegiando al ser humano y no al capital, privilegiando la dignidad de los bolivianos y bolivianas, dignificando la Patria Nueva Plurinacional.
Finalmente, transformar Bolivia pasa por la cuestión económica. Efectivamente, si la economía sigue rindiendo pleitesía al capitalismo, todo lo que se haga en materia de normatividad, institucionalidad y proyectos de vida serán vanos esfuerzos estatales, mucha buena voluntad y poca efectividad en economía política.
La única forma de salvar a la humanidad del desastre capitalista es luchar en contra del capitalismo. Lo dijo el presidente Evo Morales y existe mucha humanidad que cree firmemente en ello, aunque en ello también se les vaya la vida.
La única forma de salvar la Pachamama del desastre global es luchando contra el capitalismo.[4] Eso está muy claro como para pasar por alto el detalle en materia de desarrollo normativo, diseño institucional y proyectos de vida.
[1] Abogado indígena. Actualmente es Director General de Administración del Viceministerio de Descolonización del Estado Plurinacional de Bolivia.
[2] Es importante reconocer que diversos intelectuales han logrado desarrollos de enorme valor teórico y práctico. Puede señalarse a Boaventura de Sousa Santos en las ciencias sociales en general; Bartolomé Clavero en historia del derecho y constitucionalismo emancipatorio; Héctor Díaz–Polanco en lo que se refiere a autonomías indígenas; Antonio Carlos Wolkmer en relación a filosofía del derecho y su papel en la sociedad capitalista; Christian Courtis en su excelente recopilación de artículos reunidos como textos de teoría crítica del derecho. Otra recopilación de artículos también excelente para comprender el funcionamiento del colonialismo interno puede verse en Conocer desde el Sur, del ya citado Boaventura de Sousa Santos (CLACSO-CIDES UMSA). Para una visión del constitucionalismo igualitario, puede verse: Marcelo Allegre y Roberto Gargarella, El derecho a la igualdad: aportes para un constitucionalismo igualitario; para un enfoque de la descolonización en el derecho penal y el derecho ambiental, pueden consultarse los recientes trabajos de Eugenio Raúl Zaffaroni. También pueden verse los textos de Rubén Martínez y Albert Noguera en materia de neoconstitucionalismo latinoamericano.
[3] Para una revisión de los trabajos locales, pueden consultarse las obras de Raúl Prada, Juan Carlos Pinto, Oscar Vega, Rafael Bautista, Álvaro García Linera, Jorge Viaña, Jorge López, Sarela Paz, Adolfo Mendoza, Rebeca Delgado, Pilar Valencia y otros que presentan desarrollos sumamente interesantes en sistemas judiciales, estructuras territoriales, materialización por vía estatal de los derechos humanos, construcciones de modelos económicos y uso alternativo del derecho internacional.
[4] Académicos indígenas como Carlos Mamani, Reynaldo Conde, María Eugenia Choque, Pablo Mamani, Félix Cárdenas, Juan de la Cruz Villca y Alcira Calizaza han ido desarrollando aristas poco conocidas del constitucionalismo
emancipatorio y descolonizador, como los temas de la institucionalidad de género, los derechos de la Madre Tierra, la gestión plurinacional, etcétera.
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